domingo, 30 de diciembre de 2012


La utopía irrenunciable

DISCURSO DE JOAN MANUEL SERRAT

AL RECIBIR EL TÍTULO DE DOCTOR HONORIS CAUSA DE

LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE

10 DE JUNIO DE 1999

 

Ilustrísimo Señor Rector, claustro de profesores, autoridades, amigos. En ocasiones como ésta, lo primero que le corresponde al interesado es dar las gracias. Agradecer el reconocimiento y agradecer todo el cariño que acompaña a este reconocimiento.

 

Aunque después me gustaría aclarar un par de cosas en referencia a esto de los méritos de la distinción.

 

Quede claro que no es mi intención llevarle la contraria ni quitarme méritos. De eso ya se ocupan otros. Pero supongo que coincidirán conmigo en que un hombre, al defender los derechos humanos no hace otra cosa que actuar en defensa propia. Y respecto a lo que yo hago y la forma en que lo hago, debo confesarles -sin provocar envidia en nadie- que soy un hombre que disfruta del privilegio de tener una profesión que le hace feliz.

 

Soy feliz con mi oficio. Hago lo que me gusta hacer. Y además, me aplauden. Y constantemente percibo esto. Percibo que la gente me quiere. Por hacer lo que hago, por hacer lo que me gusta hacer. Esto, amigos, más que un mérito, es una suerte. Es una bendición del cielo.

 

Ha sido este oficio de escribir y de cantar el que me ha permitido caminar el mundo. Conocerlo de cerca y participar en directo de todas y cada una de las posibilidades que la vida me ha ido brindando.

 

En las encrucijadas que me encontré en el camino, siempre actué de acuerdo a mis criterios y según mi conciencia, lo cual tampoco tiene mérito alguno.

 

Hago propio lo ajeno, sencillamente por necesidad de querer y de ser querido. Y trato de conocer todo aquello que ignoro y formar parte de ello, porque soy muy curioso.

 

Les ruego que no entiendan esto como una modesta respuesta a una generosa distinción. Yo siempre he pensado que las justificaciones cargadas de modestia suelen esconder pecados más terribles que la propia soberbia.

 

Estoy encantado de este reconocimiento. Encantado de la vida: me gusta que me den besos. Pero debo confesarles que no puedo evitar tener una sensación muy curiosa, que supongo que debe ser la misma que tiene un niño cuando le dan un premio por comerse un helado

 

Me enorgullece que una casa de estudios como ésta me premie, nada menos que con un doctorado, cosa que nunca conseguí por la vía normal. Pienso que si me miraran mis padres en estos momentos, ellos que tanto sufrieron cuando me inicié en el turbulento oficio de la música, abandonando el prometedor futuro que me ofrecía la industria agropecuaria vendiendo tractores, e insecticidas, se sentirían realmente muy orgullosos de mí, viendo a su muchacho premiado por una universidad, esa misma universidad por la que tanto pelearon ellos para que yo pudiera acceder.

 

La universidad, generadora de conocimiento. La universidad, esencia de la humanidad lúcida.

 

Esta fue, desde mi niñez, para mí, un mito. Un horizonte deseado y, evidentemente, un camino de progreso.

 

Creo en el conocimiento como en el pilar fundamental que nos sustenta y que nos caracteriza positivamente como especie. Sólo con el conocimiento progresamos. Lo hacemos individual y colectivamente. Pero sólo progresamos a partir del conocimiento. Y en eso ustedes, señores profesores, ejercen un papel fundamental en la génesis y en el reparto de este conocimiento. Creo en el conocimiento como en el mejor de los bálsamos para curar buena parte de los males que padece la humanidad. Un conocimiento para acercarnos a la sabiduría o a la bondad, que para mí son sinónimos de la misma manera que estupidez y maldad también lo son.

 

Así que voy a aprovechar la oportunidad para romper una lanza a favor del conocimiento y lo voy a hacer apoyándome no sólo en su interés público ni en la importancia del desarrollo del individuo, sino lo voy a hacer también apoyándome en su rentabilidad porque el conocimiento es rentable; apoyándome en su eficacia porque el conocimiento es eficaz. Y rentabilidad y eficacia son dos valores que interesan especialmente a una sociedad capaz de justificar cualquier tropelía siempre y cuando ésta esté avalada por el éxito.

 

Diría que el conocimiento nos ayuda a saber cómo somos. Nos ayuda a descubrir qué nos interesa y, por tanto, qué nos conviene. En definitiva, el conocimiento nos ayuda a vivir mejor.

 

Debo decir que el conocimiento es bueno para la salud, lo cual es un buen negocio. El conocimiento también nos ayuda a saber cómo son los demás. A entenderlos, a comprenderlos, a respetarlos y a quererlos. Podemos decir que el conocimiento es bueno para la convivencia, lo cual también es un buen negocio.

 

El conocimiento es bueno para progresar. Es bueno para alcanzar el éxito, un éxito sin el cual parecería que uno no es nada en esta vida. Nos ayuda a superar los obstáculos.

 

El conocimiento agudiza el grado de civismo de los ciudadanos y aclara buena parte de las obligaciones y derechos de cada quién en el reparto de responsabilidades y también de beneficios.

 

El conocimiento profundiza la vida democrática, aportándole justicia e igualdad. Podemos decir que el conocimiento es bueno para crear un tejido social cohesionado sin el cual es absolutamente imposible el progreso de un pueblo.

 

El conocimiento nos permite también saber más y mejor del entorno, de la naturaleza de la que formamos parte y de la que dependemos también. Podemos decir que el conocimiento es esencial para la supervivencia de la especie sin deterioro de la calidad de vida. Y más. El conocimiento influye en nuestros deseos y en nuestros sueños y, por tanto, también, en nuestro destino.

 

El conocimiento estimula nuestra curiosidad, nuestra sensibilidad.

 

El conocimiento es bueno para alcanzar una vida culturalmente más plena, artísticamente más fértil, más lúdica y más feliz. En fin, que el conocimiento es bueno para vivir en paz, para aprender a ser libres y para crecer, para crecer sin miedos. Muchos son los beneficios que produce el conocimiento.

 

Un conocimiento que se adquiere en todas partes, en la casa, en la escuela y en la calle. Un conocimiento que nos llega a través de la palabra, de la observación, de los libros , incluso de la televisión. Pero sobre todo, un conocimiento que tiene su eje vertebrador en la universidad.

 

El esfuerzo en producir y gestionar este conocimiento no les quepa dudas que es el que tiene mayor rentabilidad para el desarrollo de los pueblos y de la humanidad entera.

 

Pienso que si la humanidad se moviera con más lógica, con más sentido común y de una manera más científica, la educación no sería esa pedigüeña esquinera de hoy en día. La educación, como una querida, estaría subvencionada por todos y cada uno de los ministerios públicos.

 

Aunque no tuvieran ninguna sensibilidad al respecto, el Ministerio de Economía, el de Salud Pública, desde el Ministerio de Trabajo al del Interior, desde el Ministerio de Medio Ambiente de Turismo... todos deberían subvencionar la enseñanza, la universidad y al conocimiento por la sencilla razón de que es un buen negocio. Es un buen negocio del cual todos salen beneficiados. Pero ya les decía que el mundo parece tener otras prioridades y nuestros administradores eventuales -también llamados gobernantes- en general, no están por esta labor.

 

Reclamos como éste les suenan a utopías. Como si ellos supieran qué son las utopías.

 

Pero ustedes sí lo saben. Ustedes, gente de la Patagonia, hijos y herederos de tantos que aquí llegaron cargados de sueños y de quimeras, ustedes sí saben. Aquí, a esta tierra dura e inclemente, llegaron gentes de los más diversos lugares. Pero gentes que tenían en común una utopía.

 

Muchos llegaron buscando imaginarios tesoros, después de que un par de tipos que naufragaron por estos pagos, por 1596, asegurasen haber encontrado una ciudad más rica que el Cuzco a la que llamaron Trapalandia... (una de las cosas buenas que ocurren cuando lo nombran a uno doctor Honoris Causa de algo, es que no le queda otra que informarse de un montón de cosas y así poder responder adecuadamente).

 

Entonces va, se sube a la escalera y le sacude el polvo a aquel viejo volumen que nos miraba con ojos muy legañosos desde arriba de la estantería, y nos dice: "¡hombre, por fin te acuerdas de mí!". Y de allí recordé que desde Trapalandia hasta nuestros días, toda una galería de personajes migraron con sus utopías a cuestas a estos pagos que -hay que decirlo- Darwin llamó "tierra maldita" . Y Antonio de Córdova dijo que ésta era "la parte más desdichada y despreciable del orbe". No sé si voy a ganar muchos amigos con este discurso. Pero si ya en España vimos que un pensador francés -Jean Boudrillard- llamó a esto "la desolación de las desolaciones" comprobaremos que la Patagonia no quedaba muy bien parada según la prensa de la época. Pero, a pesar de ello, hasta aquí llegaron todo tipo de gentes.

 

Desde aventureros de escasos escrúpulos hasta colonos buscando un lugar mejor donde meter la vida. Aquí llegaron desde buscadores de oro hasta científicos como el Perito Moreno, como James Cook, que exploró el litoral buscando revelaciones geológicas y botánicas. Por aquí anduvo también Hernandarias buscando incansablemente la Ciudad de los Césares, obviamente sin ningún éxito. Muchos fueron los colonos y aventureros que acudieron en los siglos siguientes a buscar riquezas acá. Y aunque a decir verdad, casi todas las expediciones acabaron en desastres, ellos siguieron llegando, cada quien con sus sueños, cada cual con su utopía.

 

Cómo no van a saber ustedes de utopías. Aquí llegó la utopía de los galeses; llegó la utopía de los gallegos; de los lioneses de Astorga, los maragatos.

 

Llegó la utopía de Tomás Antonio Romero, porteño convencido de que la Patagonia estaba destinada a ser un gran centro industrial para la pesca y el procesamiento del bacalao, de la sardina, de la carne salada. Y llegaron más utopías. Llegó la utopía de los fugitivos, como la de Butch Cassidy y la de The Sundance Kid. Llegaron del Oeste americano a principios de siglo, precedidos de una terrible fama de cuatreros y asaltantes.

 

Detrás de ellos llegó la utopía de la agencia de detectives Pinkerton, tratando de echarle el lazo al Cassidy. Y llegó la utopía del ferrocarril que soñó Ezequiel Ramos Mejía. Y la utopía sencilla y rebelde de los cientos y cientos de peones que acabaron frente a los pelotones de fusilamiento del coronel Varela.

 

Ustedes saben de utopías, porque la utopía a lo largo de la historia es la que templa adversidades y la que renueva esperanzas. La utopía irrenunciable, ésa que no va a ninguna parte, que no puede ir a ninguna parte, si no es de la mano del conocimiento. Si hubiese que inventar un slogan mundial para una supuesta campaña de sensibilización al servicio del progreso de la humanidad, yo propondría éste: "Querida Tierra, hazte sabia".

 

Si tuviese que resumir todos los consejos en uno solo, también sería éste: "Querida Tierra, hazte sabia".

 

La educación, la escuela y la universidad son instrumentos fundamentales para conseguirlo. A ustedes y a todos los que como ustedes trabajan en este sentido, les doy las gracias por hacer lo que hacen, colaborando a que los sueños se acerquen un poco más a la realidad cada día. Y nada más.

 

Espero que ustedes, gente sabia y, por lo tanto, tolerante, sabrán juzgar mis palabras más por su intención que por la manera en que he sido capaz de expresarme. Gracias por vuestra generosidad. Les deseo muchos años de vida para seguir por este camino,

 

JOAN MANUEL SERRAT

 

martes, 25 de enero de 2011

CRONICA Y TABLADA

 
Hace unos dias, el Jueves 20 de Enero de 2011, el canal de televisión Crónica TV reeditó imágenes y audio del intento de toma del regimiento de La Tablada , hace 22 años.
Lo lamento por los fanáticos de los milicos (miliqueros, que ni para eso sirvieron, pero tienen la ilusión), pero lo que vi por enésima vez es un elefante en un bazar. De ninguna manera se trató de la recuperación organizada e inteligente de una propiedad del estado. Vi muchísimos individuos totalmente fuera de control, amparados en la habilitación para el uso de armas, aprovechando para disparar sin ton ni son contra árboles y paredes además de todo lo que se moviera, incluido un caballo. Vi la vieja técnica de “reventar” el nido, un para nada valiente método que, lejos de constituir una lucha cuerpo a cuerpo como al borde del paroxismo relataba un cronista (Daniel Hadad), consiste en destruir literalmente mediante el uso de armas pesadas y explosivos la “propiedad” que se pretende defender. Y se hace a considerable distancia. La confusión es la verdadera reina del suceso y no me extrañaría que algunos “camaradas” se mataran o hirieran entre ellos. La gran vedette del momento, como en la actualidad, fueron los “medios” de comunicación – incomunicación (con pocas honrosas excepciones), plagados –plaga es la palabra- de cronistas que hacen impune alarde de ignorancia y torpeza, cuando no de perversión, contradiciendo flagrantemente en el relato lo que muestran las imágenes de sus propias cámaras. No me los imagino, sinceramente, relatando un partido de fútbol televisado, ya que en tal caso estaríamos en presencia de dos competencias: la que se ve y la relatada.
Nada ha cambiado, la torpeza, la ignorancia supina y las múltiples falacias, siguen estando en boca de quienes nos “informan”. No es extraño: los contratan para hablar; escuchar no es algo que se cuente entre sus prioridades.
Sinceramente, equivocados o no, los guapos de verdad estaban del otro lado. Hombres y mujeres coherentes que le pusieron el cuerpo a sus convicciones personales. Lucharon en inferioridad de condiciones numéricas e ideológicas y pagaron con su vida. Esas personas dignas, fueron todo el tiempo descalificados por el cronista, sindicados como terroristas (cuando no habían atacado población civil), subversivos (¿qué es la subversión, sino la versión de abajo, de los que están abajo? ¿Qué los espanta tanto como para condenar la voz de los de abajo?), delincuentes (¿delincuentes? ¿no es demasiado minimizar? ¿de qué no quiere que nos enteremos el “informador” público?). Las fuerzas armadas de la nación secuestraron, torturaron, robaron propiedad privada, desaparecieron personas y endeudaron calamitosamente al país. ¿Qué palabra usaría ese cronista para describir a esas hordas?
Ahora bien, para qué el elefante? Porqué no un grupo entrenado que, o negocie o neutralice a quienes ocuparon el cuartel? Pues no: hay que aplastar (es la palabra mas utilizada por los milicos). Y porqué aplastar? Para que sirva de ejemplo, para que a nadie mas se le ocurra rebelarse y resistir, para que quede claro que el orden establecido y la versión de los de arriba no se discute. Y cómo se debe “aplastar”? De la manera mas sangrienta posible, con la mayor crueldad y ostentación de imágenes de terror. Quemando, pasando por encima con el tanque de guerra, mutilando, exponiendo vísceras, y asegurándose de que las cámaras lo muestren. Destrozar y-o quemar cuerpos, ocupándose de destacar que algunos son individuos de sexo femenino, constituye de paso un mensaje para la mujer, para que recuerde que su lugar es la cocina (siempre cerca del fuego, por las dudas) y que en caso de salirse de ahí, ellos están dispuestos a reeditar la inquisición y prenderlas fuego literalmente (símbolo de purificación religiosa), después de violarlas, torturarlas y humillarlas sin misericordia, dado que quienes han sido entrenados culturalmente en los valores “cristianos” administrados por curas, no podrían carecer de serios problemas con la sexualidad.
 Estas “fuerzas” que nos han tocado en desgracia son cultoras de la patota, una antítesis del honor, la lealtad, la valentía. El único “cuerpo a cuerpo” posible, se da con el enemigo reducido, esposado, maniatado. Después si, se tornan tan valientes como para pegarles. Son taimados, traicioneros y cobardes. Incapaces de sostener una posición estando en inferioridad de condiciones, no tienen honor, aunque les gusta hablar de ello.
Digo todo esto porque la reedición de Crónica me pareció de muy mala leche, expuesta y titulada para sostener la confusión: “atentado a la democracia”. ¿De qué democracia hablamos? Nadie (ni Alfonsín) se tomó el trabajo de escuchar a los rebeldes. Fueron simple y cruelmente aplastados de una. Un brillante ejercicio de la democracia, sin duda. Y de paso, sospecho también una maniobra de aviso, de advertencia, no sea cosa que se queden sin esclavos. Advertencia a los “subversivos” de hoy: los movimientos barriales, los tercerizados del Roca, los ateos organizados, los cooperativistas, los obreros que toman y tornan productiva una fábrica, los funcionarios que detienen la vieja injusticia de la explotación de los “changos”, cualquier grupo minoritario que pretenda libertad. Eso aún, parece no negociable.

miércoles, 12 de enero de 2011

PODER

Para ejercer poder sobre la vida de otros, no es necesario poseer –literalmente- algún tipo de supremacía extraordinaria. Basta, en general, con erigirse en representante de algún supuesto incuestionable poder superior, el cual habría elegido y ungido desde su condición de mandante, al “obediente” que lo representará ante aquellos a quienes se desea someter. Dado que en cuestiones de fe no se requieren documentos, nadie está obligado a demostrar ni la veracidad del mandante, ni la legitimidad de su relación con aquel. Baste con decirlo, que para eso ya se estableció de antemano que creer es una virtud.
En nuestra cultura, tanto el cristianismo como su padre, el judaísmo, constituyen un chantaje descarnado de inescrupulosos “privilegiados”, que corrieron para llegar primero y colocarse en el lugar de representantes de un supuesto poder, tan superior y abarcativo como indemostrable. Desde ese lugar, en representación de, es desde donde ejercen un poder –que no tienen- sobre la vida de los que “llegaron tarde”.
Tanto el cielo como el infierno (en sus variadas versiones), prometidos impunemente por quienes no pueden hacerse responsables de ello, constituyen meros chantajes utilizados como herramienta de dominación sobre las mentes y los cuerpos. Esta dominación que, en principio sirve para sostener a los “representantes” en su lugar de privilegio, es altamente funcional a otros intereses, particularmente (cuando no), económicos; con los cuales los sacerdotes (en sus variadas versiones, incluido el Dalai Lama) pueden negociar, dada su alta influencia sobre los esclavos – creyentes –  potenciales consumidores.

lunes, 20 de diciembre de 2010

ACTUALIDAD

La tilingada del auto tuneado, con música monocorde a todo volumen; así como el descerebrado del escape libre, son hijos y nietos de aquellos que abandonaron la palabra y claudicaron en la tarea de construir y construirse. El imperio del bajo (sonido grave) transportado en automóviles deformados, no es casual: los sonidos de baja frecuencia se “escuchan” en el vientre y la caja toráxica; desde donde se puede inferir que se trata de una manifestación más, en la insistente búsqueda de estímulos externos y dedicados al cuerpo, en desmedro de los estímulos dedicados al interior que serían aquellos que inciden directamente en la calidad de la persona.


Durante muchísimos años se insistió (y aún se hace) hasta el hartazgo, en la importancia del “sentir” para considerarse humano. Se pintó un estereotipo del pensador, al cual se identificó como alguien frío, calculador y despreciable; estableciendo como contrapartida al ser humano cuyo centro de acción serían los sentimientos, lo cual lo haría “humano”, como sinónimo de bueno.

Hace muy poco tiempo, una publicidad de la legendaria gaseosa del norte ridiculizaba ex profeso a un crítico de cine, mientras una jovencita (gaseosa en mano) miraba embelesada una romántica escena de pantalla grande. El remate publicitario sentenciaba: necesitamos menos críticos, necesitamos disfrutar más.

Si podemos considerar que el crítico de cine es la persona que piensa y analiza, es fácil arribar a la conclusión de que la actividad intelectual sigue siendo bastardeada y en este caso por el gigante del consumo, al cual sospechosamente parece interesarle muy poco que las personas (para ellos meros consumidores) piensen. Por el contrario, les proponen que en vez de eso, sientan –disfruten- consumiendo su bebida y de saber algo ni hablar. Si consideramos también, que por el momento no hay riesgo de decadencia en el consumo de tal brebaje, que el mismo sigue batiendo record dada su calidad e instalación definitiva en el paladar de grandes y chicos, y que por lo tanto no se justifica un gasto publicitario para promover un producto que de todos modos se vende, queda entonces suponer que de lo que se trata es de reforzar (por las dudas) el antiguo mandato de que sentir sería mejor que pensar. No se vendió más Coca Cola con ese spot, pero se recordó la premisa: no queremos que construyan estímulos internos, no queremos que piensen, que analicen, que tengan mejor calidad de vida interior y social, no queremos que sepan... nosotros fabricamos solo estímulos externos, destinados exclusivamente al cuerpo y eso es lo que queremos que consuman.

Demasiadas veces escuché a hombres y mujeres adultos cambiar o pedir que cambien el dial de una radio para sintonizar música, porque en ese momento, en esa sintonía, estaban hablando. Es todo un síntoma del estar peleado con la palabra, que es precisamente la constructora del pensamiento, de la persona. Es la que nos hace humanos y nos aleja del animal primigenio, es nada menos que la capacidad de simbolizar. No es el sentir lo que nos humaniza; es el pensar, hablar, escuchar, simbolizar.

La interpelación típica de cualquier cronista de televisión, comienza diciendo: que sintió...? en tanto que muy rara vez, se escucha preguntar: qué pensó...?

El resultado es una limitación impactante en el desarrollo y la capacidad humana, ilustrado con una frase escalofriante para lo que debería ser la humanidad a estas alturas: “Cuando alguien señala las estrellas, los necios miran el dedo”.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Sur, de Marzo a Junio

Con trazos invisibles
dibuja caprichosa
en el aire y por el aire
el itinerario absurdo de su vuelo.
Será la fria soledad de un banco,
quizá la vera de la acera,
o el pálido cesped tras las rejas
quien acunará su llegada ornamental.
Serán las hojas
Será ocre
Será el otoño.

jueves, 2 de diciembre de 2010

POROS

Brindemos, dijiste


Para celebrar la vida…


Y acaricié tu piel.






Ocurrió entonces que


Los más finos cristales


Crearon melodías originales


Vírgenes de oído humano.






Brindemos, propuse


Por los manantiales…


Y bebí de ti.






Ocurrió entonces que


Tus poros estallaron


Como burbujas de licor


En la superficie del encanto.






Brindamos, entonces


Por los abismos insondables…


Y me dejé caer.






Ocurrió entonces que


El fuego más antiguo


Nos fundió por un instante


Y la vida fue eterna una vez más.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Y VOS... QUÉ SABÉS?

En democracia se puede elegir y eso no es poca cosa. Sin embargo, ese estado debería aun permitirnos avanzar hacia estadios de mayor perfeccionamiento de la práctica en pro del bien común. De nuevo, se requiere de impulsar con fuerza nuevos paradigmas que modifiquen la actual cultura que encarcela al ejercicio democrático, limitando considerablemente su potencial. Quien elige con conocimiento, elige a su benefactor; quien lo hace sin conocimiento, elige a su verdugo. La democracia permanece vigente en ambos casos, pero los resultados son opuestos. Si el chancho supiera que la abundancia de alimento que le es provista forma parte de la ceremonia para su muerte, no celebraríamos la navidad con carne de cerdo: habría rebelión en la granja. Aún transitamos el estadío del creer en las prácticas eleccionarias y nadie parece preocuparse demasiado en lograr que las creencias sean reemplazadas por saberes. El saber pone límite a la fiesta de unos pocos y carga con responsabilidad (vuelve adulto) al poseedor del conocimiento. Quizá por eso ninguna de las partes se esfuerza demasiado...